A menudo se entra en el debate de sí las plantas son seres conscientes o inteligentes, y la respuesta varía según lo que cada uno de nosotros entienda como conciencia, ya que no tienen ni cerebro ni sistema nervioso. La realidad es que las plantas son seres inteligentes, conscientes y sociales, que tienen la capacidad de percibirse a sí mismas y a su entorno, hasta el punto de comunicarse unas con otras.
Su inteligencia es mucho más primitiva que la nuestra, la capacidad de razonar es algo que nos define como seres humanos, dejando así atrás lo más mecánico y salvaje. Aun así, las plantas continúan teniendo la capacidad de resolver problemas, comunicarse entre ellas y responder a los estímulos del entorno.
Del mismo modo que nuestro cuerpo, cuándo comemos la gripe, las plantas también tienen un sistema de defensa intrínseco que funciona automáticamente, son capaces de generar sustancias químicas para defenderse cuando una plaga les ataca. Asimismo, tienen la capacidad de regenerar su cuerpo, al igual que el cuerpo humano cuando se hace una herida, sin que la consciencia se dé cuenta de los procesos del cuerpo.
Dicen que las raíces son la cabeza de la planta y que, como medida de protección, se adentran en el subsuelo. Las raíces son las encargadas de buscar los nutrientes necesarios para su crecimiento y supervivencia, detectan el agua a quilómetros, y posibles obstáculos debajo de la tierra que impidan su crecimiento, de esta manera escogen el mejor camino para sus raíces según les convenga. Entre otras capacidades, son capaces de reconocer a su misma especie, y su instinto primitivo es dejarles espacio para la reproducción de sus similares. Del mismo modo que la raíz debajo de la tierra, las hojas y raíces también se mueven conscientemente por la conveniencia de su supervivencia buscando la mejor luz.
Este sentido de comunidad va aún más allá, ya que se comunican con plantas de la misma especie para anunciar de los peligros que se encuentran a su alrededor. Mediante señales químicas y electrónicas pueden detectar y atraer a animales polarizadores, parte esencial de su reproducción.
Estudios han confirmado que las plantas tienen sensibilidad por la música, la perciben y reaccionan a ella en su crecimiento y vitalidad, así como la música rock las marchita, la música clásica mejora su resistencia y la hace más tersa.
Como bien decía Charles Darwin, “No es la más fuerte de las especies la que sobrevive, tampoco es la más inteligente. Es aquella que es la más adaptable al cambio”, y las plantas llevan generando vida desde el inicio de los tiempos, se han mantenido por multitud de épocas observando y acompañando a su entorno, contemplativas y serenas.