Crecen rápidamente de jóvenes y más lentamente después. Resisten el frío, pero son sensibles a las heladas tardías, sobre todo cuando son jóvenes. Son exigentes con respecto al terreno: el ideal debe ser fresco, húmedo pero bien drenado, ligeramente ácido y arcilloso; también se obtienen buenos resultados en los suelos de naturaleza diversa (siempre que no sean pesados, desprovistos de embalses de agua, ni calcáreos), siempre que se le aporte tierra de brezo. La exposición debe ser media sombra o soleada, a salvo de viento fuerte. La media sombra será indispensable en presencia de terreno arenoso o en uno muy ligero, o en lugares cálidos y áridos.
El género Acer comprende aproximadamente unas 150 especies extremadamente diversas en cuanto a forma y tamaño: parte de imponentes estructuras arbóreas hasta tamaños arbustivos contenidos, pero fascinantes. Varía la corteza, varía el follaje riquísimo en colores entre su diversidad tan cambiante en otoño, adquiriendo tonalidades espléndidas que nos regalan el momento quizás más sugestivo de nuestro paisaje urbano y rural. A todo ello hay que añadir la gran rusticidad de muchas especies, su resistencia a la atmósfera contaminada, requisito que contribuye a hacer de los Arces una especie tan útil e incluso indispensable para el verde urbano y en jardinería.